Inquilinos esporádicos dicen que es imposible amar a la niebla,
a no ser que hayas nacido aquí, en Lleida.
La verdad es que ya no es lo que era y pocos inviernos los pasamos ya a oscuras. Como leridana puedo afirmar que me gustan esos días grises, espesos, densos y palpables en los que tu sombra se transforma en un rastro fantasmagórico de diamantes preciosos.